Expresa tus ideas y enriquécete. 💡

23 sep

"Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo" Voltaire.

Oliver W. Holmes, Juez de la Suprema Corte de Justicia de EU, estableció en 1919 un concepto que se convirtió en uno de los pilares que hoy siguen sosteniendo la libertad de expresión en aquel país: el “libre mercado de ideas”.

Holmes defendió que la mejor forma de comprobar la veracidad de una idea es sometiéndola a la fricción con las ideas de los demás, poniéndola en libre competencia. Su postura, al final, era esencialmente que mientras más ideas haya alrededor nuestro, más posibilidades tendremos de elegir las mejores.

¿Todas las ideas deben expresarse?

Cada Noviembre en Puebla, México, se llevaba a cabo la Ciudad de las Ideas, un congreso científico-humanista que se comportaba como un libre mercado de ideas. Ahí, en 2018, se fincó un debate enfocado a la intolerancia, dos grupos de especialistas opinaron a favor del derecho a la libre expresión en el mundo, un grupo pensando que esa libertad de expresión debe garantizarse siempre y otro defendiendo que deben debe existir límites a esa expresión.

El primer grupo, compuesto en parte por descendientes directos de víctimas de los campos de concentración nazi, estaban categóricamente a favor de la libertad de expresión bajo cualquier circunstancia y para cualquier persona, el segundo defendió todo el tiempo la necesidad de poner filtros como forma de evitar que una mala idea se llegue a convertir en un discurso y por ende en acciones justamente como las que promovió el régimen nazi.

Como en todo debate, los ganadores fuimos todos.

Dice el premio Nobel de Economía Paul Romer que “el crecimiento económico se da por crecimiento de conocimiento”, nos conviene tener acceso a ideas. La mejor forma de crecer siempre ha sido y será la interacción con las expresiones de los demás.

El conocimiento viene de fuera, nadie lo tenemos dentro en principio, lo generamos a partir del contacto con otras personas, sea reuniéndonos con ellas o leyéndolas por ejemplo, obviamente podemos crearlo a partir de la experiencia propia, practicando algo, pero nunca será lo mismo que construir en conjunto con el pensamiento de los demás, incluyendo aquellos que no piensan igual que nosotros.

Pero tener un libro a la mano o una persona del otro lado de la mesa no genera en sí el conocimiento, este se genera con fricción y desde luego con tolerancia, con apertura para modificar nuestras ideas y con generosidad para compartir las propias.

Enfrentamos fuertes desafíos y necesitamos, como nunca, conectar con los demás.

Conectemos, compartamos, urge; intercambiemos ideas, expongamos nuestros puntos de vista y, aunque manteniendo la mente abierta, también defendámoslos, seamos asertivos en vez de optar el discurso mitigado que alega el científico social Malcolm Gladwell, ese no-querer-decir-las-cosas-como-son que imposibilita a los demás de conocer nuestra postura y que nos empobrece a nosotros por privarnos de su opinión.

Tenemos varios años preguntando en nuestros cursos ¿cuál es el problema con que nuestros hijos, al menos en México, digan qué en vez de mande?, y no hay respuesta más que esta: “suena golpeado decir qué”, ese es el discurso mitigado y refleja nuestra incapacidad de aportar ideas completas algunas veces.

Cuando personas generosas como las que integraron el debate en Puebla discuten sus puntos de vista, al final suele no haber una respuesta sino más preguntas, lo cual acelera el conocimiento de todos porque queremos saber más.

No se trata de convencer a nadie, se trata de crecer juntos pues dado que la mejor forma de interpelar a una idea es aportando una mejor, uno no deja de hacer nada más que crecer si evita el silencio y la indiferencia.